Rocafuerte nació afortunado: una familia acaudalada, una madre sabia, un cerebro excepcional y un corazón grande. Y su virtud fue aprovechar cada una de esas características para hacer mucho por América.
Rocafuerte fue un ciudadano de América.
Aunque de muy niño fue a estudiar a España y luego a Francia, nunca olvidó que su origen era el nuevo continente. Llegó a ser diputado en Cádiz y defendió la causa americana incluso ante la prepotencia de la corona: por negarse a practicar una reverencia al rey fue perseguido y tuvo que huir a Francia e Italia.
Su ánimo cosmopolita y el tino de sus opiniones le permitieron ser un gran diplomático: representó a México en Europa y EE.UU. y al Ecuador en Chile, Perú y Bolivia. Cumplió sus encargos consulares con extrema pulcritud y mucho éxito: en EE.UU. fue recibido en audiencia por el presidente Monroe y su secretario de estado, John Quincy Adams, para lograr que no se reconozca al proclamado emperador mexicano.
Si el tener amigos de la talla de Bolívar, Carlos Montúfar, Rivero, Fernández Madrid y J.A. Miralla es algo excepcional, imaginemos la talla de personaje que era Rocafuerte para que sean ELLOS los que se sentían honrados con su amistad.
Así que el haber llegado a presidente fue sólo la consecuencia de toda su carrera de libertador: Rocafuerte estuvo involucrado en la independencia de México, Centroamérica, los países bolivarianos y hasta el Perú. Como mandatario se dio modos para hacer de un territorio con personas un país con todas las de ley. Entregó el mando pero siguió influyendo en la política local, ya como prefecto del Guayas, ya como senador, como diputado por Pichincha o como diplomático.
Si Venezuela dio a América un patriota guerrero como Bolívar, Ecuador le dio al continente un jurista y administrador como Rocafuerte. Aún hay como convertirlo en El Mejor Ecuatoriano, a través de la votación al 3939.
Wednesday, November 16, 2005
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