Montalvo dejó la universidad porque el Derecho era muy árido para su pensamiento: su mundo era la cultura y la filosofía; el acervo cultural que acrecentó junto a las frutas de su quinta y al volcán en Baños fue puesto a prueba al llegar a París. Como diplomático, Montalvo difundió en Europa una fama positiva del Ecuador. Eso explica su frustración y su ira al ver, de regreso al país, la pobreza de la gente y el contraste con la arrogancia de García Moreno y el poder económico de la Iglesia. Combatió al conservadurismo con inteligencia y razón, pero los miles de analfabetos de la época sólo oían de él por frases clave: todos supieron el “mi pluma lo mató” aunque muy pocos leían periódicos como El Cosmopolita. Como ahora, casi.
El pensamiento social de Montalvo tiene como línea transversal la defensa de la libertad, inclusive por medio de la rebelión. Su invocación a la rebelión de la juventud se repite de aula en aula, y de generación en generación:
“Desgraciado el pueblo donde los jóvenes son sumisos con el tirano”
Ojalá algún día dejemos de ser un pueblo desgraciado.
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