Apenas días atrás, se reseñó en este espacio cómo Félix Narváez presentó en un reportaje, un supuesto desvío de fondos del Congreso para el extreme make-over de Wilfrido Lucero, veterano diputado del ahora partido de gobierno. Como la información resultó equivocada, el periodista se disculpó y Ecuavisa ofreció disculpas por no cruzar la información para confirmarla.
Ahora, el presidente del Congreso, se tomó su ‘venganza’ personal al prohibir la entrada al recinto legislativo al periodista. Narváez tuvo que acudir a gestiones de otros diputados para lograr que el diputado Lucero revea su posición inicial. Cuando fue consultado sobre el tema, Lucero declinó hacer comentarios.
Aunque en otros medios, la noticia tuvo cobertura marginal, en Ecuavisa mereció un reportaje, la recolección de condenas por parte de la AEDEP y la UNP y un fuerte comentario de Alfonso Espinosa de los Monteros, quien se tomó la molestia de presentar las noticias en el informativo del mediodía, sólo para condenar esta restricción a la libertad de prensa.
La libertad de prensa no se agota únicamente en proteger el derecho del periodista a ejercer su trabajo (que, como se dijo antes, el de Narváez es particularmente bueno en el Congreso), sino principal y prioritariamente en el derecho de la ciudadanía a tener acceso a una fuente de información. Los ciudadanos que querían conocer qué pasó en el Congreso ese día, no tuvieron el reportaje de Narváez y, los reportajes en otros medios se concentraron en el incidente más que en el tratamiento de temas propiamente legislativos. Todo por el mal humor del señor Lucero. Este tipo de sucesos ocurren porque algunos ciudadanos que detentan el poder político confunden su mandato con el derecho a ser considerados autoridad y, por tanto, hacer lo que les da la gana. ¡Lindo ejemplo de respeto a la ley el del señor Lucero!
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