De cuando en cuando, a los gobiernos les gusta usar la consulta popular como arma para asustar a la oposición. Es que el presidente es el único ciudadano que tiene la potestad de, solito sin recoger firmas ni nada, convocar a una consulta.
Cuando Palacio asumió el 20 de abril, prometió una consulta popular para convocar a una asamblea constitucional, para cambiar el sistema de partidos. Le bastó un par de meses para él mismo ser parte del sistema, un peón de la partidocracia. ¿Cómo deshacerse de la promesa? Con una consulta simplona. Luego de dejar pasar casi un tercio de TODO su mandato, Palacio ya no tiene como primera prioridad la consulta, ahora es poco probable que los diputados aprueben la consulta.
¿Qué ha pasado en consultas anteriores?
Desde que García Moreno, en el siglo XIX, introdujo las consultas populares en Ecuador, nunca se había hecho una, hasta 1978. El triunvirato militar dejó a la ciudadanía elegir entre una constitución reencauchada (la de 1946) y una nueva. Aunque los viejos partidos hicieron campaña por la vieja y LFC hizo campaña por el voto nulo, ganó con 58% la constitución nueva. El truco de la dictadura es que este código político iba a entrar en vigor cuando se posesione el nuevo presidente. Así que se quedaron ellos un año más, manejando al país sin más regla que su propia conciencia. (y qué conciencia!).
Más tarde, en 1987, LFC consultó al pueblo si podían ser candidatos los independientes. Esta consulta inaugura la forma socialcristiana de preguntarle al pueblo, porque le decía casi casi: vote por los independientes o arda en el infierno, ¿qué prefiere?
Como se podía esperar, la gente votó en contra de LFC y perdió la oportunidad de que independientes se candidatizen, al menos hasta entonces. El ex presidente Hurtado hizo campaña para que la gente rechace una consulta coherente para protestar contra León. Años más tarde, Hurtado fue candidato siendo independiente. Ironías de la vida.
Cuando llegó Sixto al poder, luchó para que el Congreso apruebe una serie de reformas a la constitución. Como al señor Dahik no le alcanzaron los fondos reservados para convencer a todos los diputados, tuvo que convocar a una consulta popular para aprobar esos cambios. La gente aprobó todas las preguntas menos una: la que proponía que los diputados se elijan en segunda vuelta. En esta pregunta, Sixto debió haberse querido pisar las orejas, porque la pregunta estaba hecha para contestar en el casillero donde las otras preguntas decían “NO”, y la gente, ya votando SI en todas las anteriores, se embaló y votó porque se sigan eligiendo congresistas en la primera vuelta.
Luego de la guerra y de la huida de Dahik, Sixto volvió a convocar a una consulta. En esta nueva consulta, todas las preguntas fueron rechazadas. Entre otras cosas, se preguntaba si debía uno elegir libremente entre el IESS y otros entes de seguridad social. Esa pregunta ganó en Guayas y perdió en el resto del país.
Años más tarde, cuando Bucaram ya estaba fuera del poder, Alarcón seguía siendo visto como un presidente al apuro. Con una fuerte presión para cambiar algo del sistema político, Alarcón convocó a una consulta que, entre otras cosas, preguntaba:
* si estaban de acuerdo con la cesación de Bucaram,
* si estaban de acuerdo con la elección de Alarcón,
* si los diputados se elegirían en primera o en segunda vuelta,
* si se convocaba a una Asamblea Nacional,
* si los asambleístas debían elegirse por voto popular (todos), o ser elegidos en las urnas la mitad y designados por entes de la sociedad civil los demás.
Cuando el 61% de la gente votó en favor de cesar a Bucaram, la declaratoria de incapacidad mental se volvió constitucional. Igual cosa pasó con Alarcón, que desde el día de la consulta pasó a ser un presidente constitucional.
La gente aprobó con 46% de los votos que se instale la Asamblea para reformar la Constitución. Como la gente le ordenó a la Asamblea que reforme la Constitución, ésta se limitó a cambiar la que ya había, no hizo una nueva. La gente que quiere contar la del 98 como una carta política nueva sólo lo hace para ganarle a Bolivia en el record de constituciones.
En la cuarta pregunta, la gente dispuso que TODOS los asambleístas sean elegidos en las urnas. Así que es una falacia creer que la gente quiere que los entes de la sociedad civil les “den representando” como dicen en la sierra.
Más adelante, la gente votó a favor de elegir a los diputados escogiendo nombre a nombre. Casi todos los partidos hacían campaña por esa reforma. Hay que ver cómo es la gente y cómo son los partidos, porque ahora los partidos dicen: raya todo 10 o vota todo 6, y la gente prefiere votar en plancha porque le da pereza buscar nombre a nombre.
Alarcón volvió a preguntar si los diputados debieran elegirse en la segunda vuelta, como ya lo preguntó Sixto y como era en un inicio, pero de nuevo el pueblo dijo NO.
También se preguntó si debiera incluirse la revocatoria del mandato para los cargos de elección popular. La gente aprobó esa figura con una votación masiva, pero luego los “sabios” de la Asamblea creyeron que la gente no querría referirse también al Presidente de la República. Como les pareció peligroso poner la revocatoria para el Presidente, no la pusieron. Desde la Asamblea de los sabios, ningún presidente ha durado los cuatro años de su período.
Desde 1997, el país no ha vuelto a ser consultado. Han sido consultadas algunas provincias, sobre el tema de Autonomías: Guayas, Los Ríos, Sucumbíos, Manabí y El Oro votaron masivamente a favor de la autonomía. La prefectura del Guayas redactó unas preguntas que eran un insulto a la inteligencia de cualquier votante: ¿quiere la maravillosa autonomía para que todos seamos felices por siempre o quiere seguir en el diabólico centralismo con millones de personas muriéndose de hambre? Así cualquiera consigue el 90% de votos que cada una de las cuatro preguntas obtuvieron en promedio. Las demás prefecturas se limitaron en hacer copy+paste de la consulta del Guayas. Todas ganaron ampliamente, menos en Sucumbíos, donde casi pierde la autonomía: mucha gente prefería que la plata se siga quedando en el centralismo antes que regalarla a autoridades seccionales con uñas largas. En el 2005, las mismas autoridades consiguieron, a la fuerza, donaciones del impuesto a la renta de las empresas petroleras. Ya saben quienes serán los nuevos ricos de esa zona.
Aunque todas esas consultas provinciales tienen fuerza moral, no pueden obligar ni al Congreso ni al Presidente a cambiar la Constitución ni la forma de trabajar: cinco provincias no pueden cambiar las reglas de todo el país. Gustavo Noboa consiguió que el Congreso aprobara una pregunta sobre autonomías para todo el país, pero no preguntó al pueblo.
Habrá que ver el resultado de la nueva consulta, si llega a realizarse.
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